Momento Histórico

Vivimos un momento histórico. Desde hace semanas las 20h es una hora especial para tod@s. Primero fue «la hora de los aplausos» y ahora se ha transformado en «la hora de la salida». Muchísimas personas salen a las 20h de sus casas para correr o pasear. Ahora podemos. Hace unas semanas no.

Son las 20h. Bajo caminando hacia la playa, como solía hacer hace un año por esta época. Aproximadamente a la misma hora, para disfrutar de los atardeceres más bonitos del año junto al mar. Pero ahora el paseo está repleto de gente. No encuentro ni un recodo de calma frente al mar. Tampoco puedo pisar la arena, ni mojarme los pies. Está el paso barrado. No puedo sentarme en mi roca, o en mi esquina, donde no hay casi nadie, a escuchar simplemente el mar. Mañana, según dicen, ya podré.

Opto por sentarme en un muro, donde el sonido del mar queda perdido entre las voces y los pasos de las personas que pasan por detrás de mi. Sin cesar.

Tres o cuatro días después, abren las playas. Justo hoy, he decidido bajar a bañarme y parece ser que no lo entendí bien, porque la Guardia Urbana a las 9.30h nos ha echado a tod@s de allí. Éramos pocos. Estábamos en la gloria. Pero a día de hoy, dicen qua aún está prohibido tomar el sol. Quizás mañana ya podamos.

Cada día que pasa, o cada ciertas semanas, tenemos nuevos “privilegios”. Siempre que nos “portemos bien”, claro. ¿Os recuerda a algo?

Dicen que vamos camino a una nueva normalidad. Nunca me ha gustado la palabra “normal”. Quizás porque siempre me he considerado “diferente”. Antes lo veía como un problema. Ahora no.

Ahora es obligatorio salir a la calle con mascarilla. Si no lo haces, la gente te mira mal. Incluso pueden insultarte. Y, depende y cómo, si te despistas o no conoces bien las normas, y no la llevas, te pueden multar. Haciendote pagar de 600€ a 30.000€. Es una de esas cosas que, según mi padre, la gente hará por “cumplimiento” (cumplo y miento). Da igual que no esté bien higienizada, o que esté mal puesta. La debes de llevar para que no te multen. Y, en teoría, para protegernos unos a otros. Bien. Lo acepto, aunque no me guste la idea. “Pontela, Ponsela.” Hoy ya he visto en twitter una campaña de Durex aprovechando genialmente el tirón.

A día de hoy, los teatros y salas de concierto no saben como reabrirán si deben cumplir eso de la “distancia social” y todas las nuevas normativas que se están instaurando. Bueno, de hecho, no es que ell@s no lo sepan. Es que el gobierno se lo prohibe para protegernos. Así que llevamos más de dos meses sin cultura “en vivo”. Que sí, que todo lo “online” está muy bien… Pero la emoción que se vive en una butaca, no es ni medio comparable a la que se siente desde el sofá de tu casa o desde cualquier tipo de pantalla. Irremplazable.

Fue muy extraño porque el día 12 de marzo pudimos ir al teatro. De hecho, yo fui. Comportándome con total normalidad. No pasó nada. Pero el día siguiente, se suspendieron todas las funciones. Del todo a la nada. Aún estoy intentando encontrar el sentido a muchas cosas. Aunque es más fácil aceptarlas, simplemente.

Dado que debemos mantener esta distancia social, no podemos abrazarnos, ni darnos dos besos al saludarnos, ni estar a menos de dos metros de cualquier amig@ que te cruces por casualidad por la calle. Tampoco puedes tocar nada con tus manos sin que después sea desinfectado. Ah! Y dicen que los papeles oficiales permanecerán en cuarentena no sé cuantas horas o días aún sin saber a ciencia cierta si propagan o no el virus.

Las fases de desescalada nos marcan las pautas de nuestra vida diaria

Ahora, en este momento histórico, nos movemos según las «fases de desescalada». Esto se traduce en que en la mayoría de ciudades de España -que están en Fase 1- pueden salir a tomar algo a una terraza. ¡Sin compartir plato! ¡Otro temazo! (Omito comentarios). Pero en Barcelona y en Madrid -que estamos en Fase 0,5- no podemos aún. Dicen que la semana que viene quizás sí, pero no está claro. También podremos reunirnos en casa de alguien si no somos más de 10 personas!

Ah! Parece ser que, aunque podré salir de copas con otras personas, no podré ir a ver a mi pareja porque vive fuera de Barcelona. Tan sólo a 15 minutos de mi casa, pero en otro municipio. Tardo el doble en ir a la otra punta de la ciudad. Allí sí que podría ir si quisiera. Pero donde quiero, no puedo. Según he leído, o me ha parecido leer, no podemos movernos entre municipios que pertenecen a una región sanitaria diferente. Y Barcelona es una región sanitaria única. No podremos salir de la ciudad aún.

Total, que antes de hacer cualquier cosa, debes buscar en internet si se puede o no se puede hacer. O, si no quieres complicarte, pues te sigues quedando en casa. Total, ya nos hemos acostumbrado. 

Llevamos más de dos meses encerrados. En mi caso, yo estoy sola. Hay muchas personas como yo, muchas otras están con su pareja, otras solas con hijos haciendo de madres, empleadas y profesoras 24 horas al día, otras con pareja e hijos… Multitud de escenarios. Pero sin poder ver a nadie más que no sean las personas con las que convives. A no ser que te saltes las normas. O que tengas la suerte (al menos para mi) de poder ir a trabajar y ver a los pocos compañeros con los que has estado compartiendo oficina estos días.

¿La Era de la Revolución de la Conciencia?

Como les digo a mis padres, seguro que de aquí muchos años harán películas sobre este momento histórico y los espectadores pensarán que eso no pudo pasar. Pero sí. Pasó. Está pasando.

Pasa ahora, como a lo largo de la historia han pasado tantas y tantas cosas inverosímiles. Hubo personas que vivieron la Inquisición. Otras co-existieron cuando la mujer no podía votar ni alzar la voz. Y muchísimas otras, no hace nada, cuando la homosexualidad era considerada una enfermedad.

Ahora estamos viviendo el capítulo que en los libros de Historia quizás titulen como La Era del Confinamiento o La Gran Pandemia Mundial. Pero a mí me encantaría que su nombre fuera más mágico. La Era de la Revolución de la Conciencia sería mucho más bonito.

Todo esto de lo que os estoy hablando ha sido motivado por la presencia de un virus (cuyo nombre prefiero no mencionar) que ha causado y sigue causando muertes. Pero siempre ha habido virus. No uno, sino cientos. Siempre hemos convivido con ellos.

También hay muchas otras cosas que causan muertes: la depresión, la tristeza, los accidentes, el cancer, el hambre… Sí, lo entiendo. A principios de marzo se colapsó el sistema sanitario. Pero la situación se ha restablecido desde hace semanas.  Como dice Teal Swan: Es más importante la calidad de vida que la supervivencia. Ahora nos dedicamos a sobrevivir. No podemos VIVIR con mayúsculas y negrita. Como dice Rozalén «somos aves enjauladas».

Este momento histórico está provocando cambios inimaginables

Cuando ocurrió el terrible atentado del 11-S todo cambió en los aeropuertos. Se incrementaron las medidas de seguridad y nos prohibieron viajar con líquidos de capacidad mayor de 100ml en nuestro equipaje de mano. 

Ahora, esta pandemia está generando una cantidad de cambios inimaginable. Llegando, de aquí a unas semanas a aquello que os comentaba antes: “la nueva normalidad”. En la que no podemos ir al teatro ni a conciertos; y aún no saben cómo los niños regresarán a los colegios. Espero que todo esto se resuelva lo antes posible. Y que reine el sentido común.

Admito, eso sí, que este confinamiento ha tenido muchas cosas positivas. Estos dos meses nos han abierto los ojos respecto a muchas cosas. Como mínimo a gran parte de la sociedad. Diría. Hemos sido más conscientes de que la Madre Tierra necesita que la cuidemos y la respetemos. Es importante bajar los niveles de polución de las ciudades, y esto se puede lograr fomentando el teletrabajo parcial y disminuyendo así el tráfico diario. Hemos descubierto que sí, podemos teletrabajar. Si no siempre, sí algún día a la semana, o incluso durante algunas semanas.

También hemos recordado la importancia de cuidarnos, tanto a nivel físico, como emocional y energético. Nos han resaltado la importancia de una buena higiene. En todos los aspectos, el físico y el de nuestros hogares y lugares de trabajo. Hemos limpiado, ordenado, cocinado, hecho deporte, meditado… Hemos explotado nuestra creatividad y hemos presenciado maravillosos gestos de cooperación. Es indudable que también se ha potenciado el trabajo colaborativo. Hemos visto grandes expresiones de generosidad y amabilidad. Ah! Y la importancia del humor! Si no, que se lo digan a Martita de Graná, que se ha convertido en la reina del humor en este confinamiento! Es buenísima!

A nivel personal, seguí los consejos de Santos Ávila y decidí tomarme este confinamiento en positivo, marcándome objetivos: he realizado entrevistas por Instagram Live a diario; he estado mejorando esta web; he cuidado mi alimentación; y me he trabajado el desapego. Me he dedicado a cuidarme.

Otra de las cosas buenas que espero extraigamos, es establecer métodos para evitar las incómodas aglomeraciones. La distancia social obligatoria me parece horrible, pero sí que es cierto que todos necesitamos mantener nuestro “espacio vital” para respirar y proteger nuestra energía. No para evitar contagiarnos de un virus, sino para “respirar” y no tener esa sensación de agobio, ansiedad y estrés que provocan las multitudes. 

Pero aún nos quedan muchas cosas por aprender y camino por recorrer. Yo sigo percibiendo estrés en el trabajo y en algunas “rutinas” de las vidas que llevamos. Aún debemos aprender a respetarnos a pesar de tener opiniones diferentes. A escuchar y mirar más allá de lo que vemos a primera vista. Todavía hay muchas personas que piensan que poseen “la verdad absoluta” porque son las más informadas y se creen con el poder de juzgar a los demás. Fuera juicios, por favor. Seamos libres. Vivamos y dejemos vivir. Con respeto y con amor.

Estoy convencida de que todo lo que hemos aprendido como sociedad y como individuos en este momento histórico quedará sellado en nuestras almas para siempre. Todos hemos crecido durante este tiempo. Pero ahora, demos un paso más allá.

Mantengamos el espíritu crítico ante lo que nos dicen. Plantéemonos la existencia de otras verdades. Ni todo lo que nos dicen es cierto, ni nadie tiene la verdad absoluta. Es evidente que no paramos de recibir informaciones contradictorias e ilógicas a veces. Parémonos a reflexionar.

¿Por qué no plantearnos hipótesis?

La ciencia se basa en las hipótesis. ¿Por qué no plantearnos algunas a ver qué ocurre?

¿Y si el miedo al virus fuera más letal que el propio virus? 

¿Qué pasaría si la ley de la atracción fuera cierta? Según esta ley, allí donde pones el foco de tus pensamientos con más frecuencia, incrementa su energía, aumentando así su presencia. Si fuera así, ¿Qué consecuencias habrá tenido que durante más de dos meses, 24 horas al día, los medios de comunicación no hayan dejado de poner su foco en un virus? ¿Y que las personas de todo el mundo no hayamos parado de hablar de lo mismo? ¿Podría pasar que tanta focalización de atención hubiera convertido algo pequeño en algo terriblemente gigante?

¿Qué pasaría si la salud física y emocional estuvieran totalmente ligadas y, en consecuencia, cuidarnos a todos los niveles nos causara más inmunidad al virus que una mascarilla, unos guantes y la distancia social?

¿Y si propagar una sonrisa, dar un beso y un abrazo fuera más preventivo que llevar la cara tapada y que mantener la distancia de seguridad? Pues estás transmitiendo amor, no miedo.

Sería maravilloso que alguien realizara un estudio basado en estas cuestiones y en muchas otras de este tipo. ¿Por qué no crear un equipo integrado por científicos y por trabajadores energéticos? ¿Sería una idea muy descabellada? 

Cuestionémonos lo que nos dicen. Lo que digo yo, lo que dicen las noticias, lo que leemos por internet. Busquemos información, hagámonos preguntas y quedémonos con aquello que nos resuene. Con ese “aha, vale, puedo estar de acuerdo con esta teoría”.

¿Pensamos en la enfermedad o en la salud? ¿Predomina el miedo o el amor?

Vivimos un momento histórico. No lo olvidemos. Ahora la intuicion y el sentido común juegan un papel más importante que nunca. Pasemos a ser dueños de nuestra vida. Con respeto y amor, pero libres.

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