Dicen que es necesario conocer nuestra historia para no cometer los mismos errores. El cine es una estupenda forma para descubrir nuestro pasado y para tener una mejor perspectiva de lo que fuimos y de lo que somos. Oppenheimer es una película que nos descubre una parte importante de nuestra la historia. De esa que desearíamos que no se repitiera: cómo se creó la primera bomba atómica y las consecuencias que tuvo.
Tras tres horas de absorbente cine -de aquel que no te permite despegarte de la pantalla- al finalizar el filme tan sólo me podía plantear ¿qué pasaría en nuestra sociedad si utilizáramos toda nuestra capacidad de creación con el objetivo de construir en lugar de destruir?
Christopher Nolan dirige Oppenheimer
Robert Oppenheimer y un grupo de ilustrados físicos dedicaron varios años de sus vidas a construir una bomba nuclear que acabaría con la vida de cientos de miles de personas. Asumiendo incluso el riesgo de poder acabar con todo el planeta.
La película escrita y dirigida por Christopher Nolan nos muestra cómo un hombre inteligente comprometido con la sociedad, humanista y liberal, se ve inmerso en el reto de dirigir un estudio sobre los procesos energéticos de las partículas subatómicas para construir la primera bomba atómica.
Se le plantea una complicada paradoja: Trabajar en desarrollar la teoría de la fisión y avanzar en los conocimientos sobre Física sabiendo que ese descubrimiento puede destruir a miles de personas. Avanzar para retroceder. Crear para destruir.
Lo que para él y su equipo era un estudio científico en el que centraban sus esfuerzos para investigar el funcionamiento de electrones y neutrones y a través del que canalizaban su gran pasión por la física, se acabó convirtiendo en un arma de destrucción masiva.
El padre de la bomba atómica
El orgullo y la alegría que para Oppenheimer y sus secuaces supuso el cumplir con el objetivo de crear la primera bomba nuclear, se tiñó de sangre. La portada de la revista Time con la fotografía de Robert Oppenheimer siendo designado como «el padre de la bomba atómica» provocó en el físico un tremendo conflicto interior. ¿Tanto esfuerzo valió la pena?
El propio Robert Oppenheimer confesó que, cuando vio el alcance aniquilador de su creación, se le vinieron a la mente las palabras del texto sagrado hinduista Bhagavad-gītā: «Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos».
Miles de millones de dólares fueron invertidos por el Gobierno Norteamericano en la creación de esa arma letal. Gran cantidad de energía y esfuerzo puestos al servicio de un arma de destrucción masiva. Y se continúa haciendo… Se siguen creando armas de destrucción, siguen existiendo guerras, asesinatos, luchas de poder.
¿Construir para crear o para destruir?
El ser humano sigue dedicando energía a destruir. Ojalá seamos conscientes del dolor que genera la destrucción y podamos transformar poco a poco las cosas y lograr que se destinen energías y recursos economicos a la creación constructiva y unificadora.
Si algo muestra Oppenheimer es la gran capacidad de creación del ser humano y el «mal uso» que podemos hacer de nuestra inteligencia. Ojalá la historia no se repita. Ojalá nos centremos en construir para crecer y crear, no para destruir.