Si pensamos en el mundo social, uno de los colectivos de los que menos se habla es sobre la infancia en riesgo.
La mayoría de nosotros paseamos por las calles de nuestra ciudad sin ser conscientes de las complicadas realidades a las que muchas de las personas con las que nos cruzamos se enfrentan.
Los Servicios Sociales de la ciudad se encargan de ofrecer ayuda a estas personas, entre las cuales se encuentran numerosas familias con menores de edad en situación vulnerable.
Los números son sorprendentes. Si nos centramos en Barcelona, en 2019 más de 3.500 menores fueron atendidos por los Equipos de Atención a la Infancia y a la Adolescencia (EAIAs) que hay repartidos por toda la ciudad.
Estos 3.500 menores a los que atienden los EAIAs son niñ@s y adolescentes en situación de riesgo grave y/o desamparados. Entendemos por menores desamparados, aquellos que son tutelados por la administración y que no viven con sus padres porque éstos no pueden garantizar su cuidado por diversos motivos.
La labor de los profesionales de un EAIA es compleja
La labor que realizan las personas que trabajan en un EAIA es compleja. Su día a día consiste en estudiar posibles situaciones de riesgo en las que se encuentra un menor y proponer una medida de protección fuera del domicilio familiar en caso que sea necesario. A menudo se toman decisiones complicadas que implican la separación del núcleo familiar.
Actualmente hay 14 EAIAs en Barcelona. Cada uno de ellos integrados por psicólogas, pedagogas, trabajadoras sociales, educadoras sociales y una administrativa. (Lo escribo en femenino, porque la mayoría de profesionales son mujeres).
Se considera que un menor está en riesgo si éste se encuentra en cualquier circunstancia social o familiar que dificulte el desarrollo integral de su personalidad. Hay varios “grados” de riesgo: leve, moderado y grave. Desde el EAIA se aborda únicamente aquellas situaciones de riesgo grave, algunas de las cuales pueden derivar en desamparo.
El trabajo de los profesionales de un EAIA consiste en valorar y diagnosticar la situación de cada menor. Para ello deben hacer un estudio exhaustivo de su situación familiar y de su entorno. A partir de aquí, deben realizar propuestas técnicas, con el objetivo de que mejore la situación del menor; y propuestas administrativas (aquellas recogidas en la ley).
En ocasiones, tras el estudio, el caso se da por cerrado dado que no se percibe ninguna irregularidad; en otras se decide continuar realizando durante un tiempo un seguimiento de la familia, contando con la participación de la educadora social, que trabaja periódicamente con padres e hijos para mejorar la situación.
Otras veces, la situación es extremadamente grave y el menor debe ser apartado de la familia. Es cuando se produce el desamparo y el niño o adolescente debe pasar a convivir con una familia de acogida o trasladarse temporalmente a un centro de menores.
El confinamiento no ha sido fácil para los más pequeños
La situación de confinamiento que hemos vivido estos últimos meses nos ha afectado a tod@s, también a los más pequeños. Muchos niños han pasado estas semanas encerrados en pisos pequeños, compartidos con su familia y con otras familias. Eso supone falta de espacio de juego y a menudo roces en la convivencia que repercuten directamente en su bienestar.
Para los niños en riesgo, la situación ha sido aún más dramática, ya que muchas de las situaciones ya consideradas graves se podían sostener gracias a la labor de las escuelas o de los recursos de ocio. Pero éstos desaparecieron de repente, sin poder hacer ningún tipo de previsión.
La tensión de la convivencia en familias con diversas problemáticas como el consumo de tóxicos o los problemas de salud mental repercute siempre en los más pequeños. Ya sea con violencia directa o con negligencia hacia sus necesidades.
Pero no todo ha sido negativo. Para algunos niños el confinamiento ha sido una oportunidad de pasar más tiempo con sus padres y hacer cosas juntos. Su vínculo ha mejorado.
Pero sí que es cierto que contrastando la información con profesionales de los EAIAs, se puede afirmar que se ha detectado un mayor número de entrada de casos derivados para estudio. Tanto desde servicios sociales como desde la Dirección General de Atención a la Infancia (DGAIA), entitad que depende de la Generalitat de Catalunya y que trabaja mano a mano con los EAIAs.
Es importante destacar que la infancia en riesgo no siempre está relacionada con la pobreza. De hecho, el riesgo tiene que ver con las capacidades parentales de los progenitores. Es decir, con la capacidad de cubrir adecuadamente las necesidades educativas, afectivas y sociales de sus hijos. Esto está muy relacionado con la crianza recibida y con las propias capacidades personales.
En todos los estratos sociales hay padres que se ocupan bien de sus hijos y otros que no lo hacen: que los maltratan, que los descuidan o que abusan de ellos.
La infancia en riesgo continúa siendo silenciada
Así como la violencia de género cada vez es más visible y se está haciendo un gran trabajo mediático para evitarla y denunciarla, la infancia en riesgo parece que sigue siendo silenciada.
Quizás sea porque todavía se considera a los niños como “propiedad” de los padres y que éstos tienen “todo el derecho” a educarlos o corregirlos como ellos consideren mejor.
En realidad, y pese a los múltiples estudios que lo correlacionan, a nivel popular se desconoce cómo influye en las personas la falta de elementos básicos para un desarrollo sano física, mental y socialmente y cómo estas carencias en los niños de hoy determinan el adulto que serán mañana.
Todos los ciudadanos tenemos la obligación de denunciar situaciones de riesgo. Además, los profesionales en contacto directo con los menores tienen la responsabilidad de detectar estas situaciones y ponerlas en conocimiento de los servicios que lo pueden abordar.
Educación y cultura, imprescindibles para la prevención
Para mejorar el sistema de prevención de riesgo en menores sería importante aumentar el bienestar de la población. Ofrecerles más educación y más cultura.
Es también imprescindible que funcione bien la red de salud mental a nivel preventivo y a nivel de tratamiento. (Tanto para los menores como para los adultos). Y que se incrementen los recursos socioeducativos en cada territorio. Que éstos sean atractivos para los adolescentes, que suelen abandonarlos al llegar a la adolescencia para relacionarse en la calle.
También sería importante mejorar los recursos para las familias. Pero recursos que impliquen contraprestaciones para que se pueda hacer un trabajo de mejora en aquellos ámbitos en los que lo necesiten
En cuanto a los profesionales que trabajan en un EAIA, es muy necesario que estén especializados en infancia en riesgo. Porque ésta y todo lo que la rodea tiene una idiosincrasia específica que hay que conocer y saber manejar. No es fácil trabajar con niños maltratados o, peor aún, con sus maltratadores o abusadores sin que éstos despierten el rechazo del profesional. Por eso es tan importante trabajar la vinculación terapéutica con estos niños.
Hay que saber manejar, por ejemplo, la violencia. Tanto la que utilizan las familias cuando se ven amenazadas, como la propia violencia: la que despiertan al profesional determinadas situaciones de maltrato o abuso.
Es importante aceptar y aprender que no siempre hay buenas soluciones y que, a menudo, hay que escoger lo menos malo para el menor.
Imprescindible tener a mano el Teléfono de la Infancia 116111. Lo podemos utilizar ante cualquier consulta que podamos tener o situación de riesgo de la que tengamos constancia.
Nota: Artículo escrito con la colaboración de dos profesionales de los EAIAs de Barcelona.
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