La comunicación es la herramienta que tenemos los seres humanos para hacernos entender los unos a los otros. Para transmitir conocimiento, para intercambiar información, y para generar empatía y comprensión.
Existe la comunicación no verbal, aquella que realizamos con gestos, expresiones o miradas. Por otro lado, están la comunicación verbal y la escrita.
La comunicación no verbal es maravillosa, pero en ocasiones genera confusión, pues no todos tenemos la capacidad de descifrar sus mensajes con claridad.
Si deseamos ser comprendidos y tener unas relaciones sanas es básico hacer uso de la comunicación verbal (y en ocasiones también de la escrita). Y tan importante es expresarse lo más claramente posible como escuchar activamente y con atención, a nuestro interlocutor.
¿Sois buenos comunicadores?
¿Cuál es vuestra relación con la comunicación? ¿Os consideráis buenos comunicadores? ¿Escucháis bien? ¿Sois capaces de expresar con facilidad vuestros sentimientos y emociones en torno a una situación?
Yo siempre me he considerado una persona callada. Me ha costado infinidad comunicarme. Aunque es curioso cómo las personas que te rodean y te observan pueden tener percepciones diferentes sobre ti a la que tú tienes sobre ti misma. Creo que a través de lo que los demás han ido expresando sobre mí me he dado cuenta de que en ocasiones no soy tan callada como creía ser. Es decir, quizás no lo sea tanto.
Sí que es cierto que con el paso de los años he evolucionado y he tratado de comunicar mis sentimientos y emociones a las personas que forman parte de mi vida con mayor frecuencia. Me resulta mucho más fácil comunicarme por escrito, pero estoy intentando aprender a mejorar mi comunicación verbal.
Resulta mucho más fácil hablar sobre una situación con personas que no están implicadas en ella que hacerlo directamente con las que lo están. Por ejemplo, en un conflicto de pareja, en ocasiones nos resulta más fácil hablar sobre ello con nuestros amigos que encarar el tema con nuestra pareja directamente, pues allí afloran los miedos, la vulnerabilidad, las susceptibilidades…
Hay personas con las que resulta fácil y cómodo comunicarse abiertamente. Hay otras ocasiones en las que, por mucho que lo intentemos, nuestro interlocutor no nos entenderá. Hablaremos idiomas diferentes. Debemos ser consciente de la persona que tenemos ante nosotros cuando queramos expresarnos.
Utilizar el mismo lenguaje
Hace unos días una amiga me explicaba que había tenido una discusión fuerte con su padre por una pequeña tontería. Él le gritaba. Ella no soportaba esos gritos, pues le hacían revivir heridas del pasado. Días después, el padre ya se había olvidado del conflicto, pues es su manera de ser, y de sobrellevar las pequeñas discusiones del día a día. Pero ella seguía herida y quería que su padre le pidiera perdón. Evidentemente, el padre no iba a pedirle perdón, pues no entendía qué había hecho mal. Intentaba hablar del tema con su padre, pero le generaba más frustración, pues no obtenía la respuesta que esperaba.
Entramos ahí en un bucle sin salida, en un intento de comunicación entre dos personas que viven en mundos diferentes en cuanto a capacidad de comunicación, de interiorización y expresión de sentimientos y emociones. No podemos pedir peras al olmo. Sí que podemos, evidentemente, tratar de expresar a la otra persona que nos hemos sentido heridas y pedirle que, por favor, intente no repetir aquello que nos ha hecho sentir mal. Pero no podemos esperar que la otra persona reaccione como nosotras queremos. Pues no saben, ni pueden hacerlo. O quizás simplemente no quieren. Está bien. Cada cual es como es y no podemos tratar de cambiarlo. Tratemos de cambiar nosotras nuestra implicación en ese conflicto y cómo reaccionamos cada vez que sucede.
En ocasiones me ha ocurrido que he quedado con otra persona para hablar sobre “un conflicto” pero ha sido imposible llegar a ningún acuerdo. Yo no me sentía comprendida y, la otra persona no era capaz de transmitirme lo que le sucedía o yo no sabía entenderlo. Por mucho que utilicemos el mismo idioma gramatical, en ocasiones el idioma emocional o empático es totalmente diferente y no podemos llegar a ningún tipo de entendimiento. ¿Qué hacer ante estas situaciones? Tenemos dos opciones, o romper esa relación de manera radical o aceptar a la otra persona tal y como es sabiendo que no nos entiende en según qué aspecto.
Evitar la comunicación honesta para sostener una relación
Es aquí cuando generamos estas relaciones de amistad o familiares en las que sabemos que hay temas “tabú” que no se pueden tratar para no generar discusiones. Son relaciones condicionadas, de alguna manera, a obviar según que temas o a reprimirnos según qué emociones. Estamos evitando una comunicación honesta para sostener una relación. ¿Hasta qué punto debemos hacerlo?
Escribiendo estas líneas me estoy dando cuenta de que en mis relaciones de pareja anteriores me ha sucedido esto. Me he estado reprimiendo emociones que no he comunicado para evitar conflictos, con lo cual, me he ido anulando por completo, hasta que las relaciones se rompieron. Pensaba que el “problema” lo tenía yo, porque era demasiado demandante, pero en realidad estaba suprimiendo una importante parte de mí.
Por suerte, he evolucionado (o eso creo), y ahora me intento aceptar como soy, me expreso tal cual, y trato de no suprimir ninguna parte de mí en mi relación actual.
Cuando sucede esta “supresión” en una relación íntima, a la larga saldremos deteriorados (si nos atrevemos a mirar hacia nuestro interior). Pero es cierto que con muchas de las personas que nos relacionamos en nuestro día a día suprimimos según qué aspecto de nosotros para poder mantener una relación correcta, para ser aceptados.
Lo ideal sería que con nuestro entorno más cercano: pareja, amigos y familiares más próximos, podamos expresarnos por completo mostrándonos lo más auténticas posible. Y, si hay conflictos, no pasa nada. Salen a la luz y se aceptan. El conflicto en sí no es malo. Es tan sólo una opinión diferente respecto un mismo tema y es aceptable. Incluso puede enriquecer la relación.
Haciendo un análisis crítico sobre mí misma, es cierto que -dado que tengo tendencia a evitar conflictos- mi comunicación en ocasiones es sesgada. Aunque cada vez menos. Cada vez sale más a la luz mi Yo verdadero. Antes evitaba más expresar mis opiniones ante temas conflictivos o trataba más de adaptarme a las otras personas, ofreciéndoles aquello que esperaban de mí. Ahora cada vez me siento con más fortaleza y seguridad interior para expresar quién soy y lo que pienso y siento. Pero sigo tratando a evitar las discusiones subidas de tono que no llevan a ningún lugar. La opinión de cada cual es totalmente respetable. No pido a los demás que compartan la mía, simplemente que la escuchen y la acepten sin más.
También es cierto que puedo sentirme orgullosa de tener amigas con las que no me reprimo en absoluto. Expreso mi opinión sin tapujos. Ellas expresan la suya. Nos podemos discutir puntualmente, incluso de forma acalorada. Pero siempre acabamos riéndonos de nosotras mismas y respetándonos y mostrándonos nuestro amor incondicional con un profundo abrazo. Diría que eso es a lo que debemos aspirar con nuestras relaciones más íntimas y cercanas. A no tener miedo a ser nosotras mismas ni a expresar quienes somos. Si nos aceptan, genial. Si no, los caminos se separan y no pasa nada.
El “problema” está cuando esas personas que no nos aceptan por completo deben seguir formando parte de nuestras vidas, ya sea porque trabajemos juntas o porque forman parte de nuestra familia. Ahí la distancia emocional será insalvable pero deberá primar el respeto mutuo y la aceptación de que cada cual vive su propia vida bajo sus propias premisas. Y posiblemente encontraremos algún punto en común que pueda hacer mantener la relación lo más sana posible, de manera que aporte alguna cosa, por muy insignificante que parezca, a las dos partes.
La importancia de la asertividad
Es importante aprender a desarrollar una buena comunicación. Aquella asertiva, en la que expresas tus sentimientos y emociones desde un punto de vista personal, sin culpabilizar a nadie. Comunicando nuestras opiniones de forma respetuosa, sin que nadie se pueda sentir ofendido, evitando ataques.
Para comunicarnos bien, es importante conocernos. Saber qué sentimos, qué pensamos, qué necesitamos y exponerlo con la mayor claridad posible. Ocurre en ocasiones que nuestra comunicación es confusa porque nuestras ideas y/o sentimientos son confusos. Es primordial reflexionar antes de hablar.
También debemos tener claro que podemos cambiar de opinión respecto a un tema con el paso del tiempo o con la experiencia adquirida. En ocasiones pensamos una cosa concreta sobre algún tema específico pero vivimos una experiencia que contradice nuestras creencias y cambiamos la opinión. Lo importante es expresar nuestras opiniones con calma, sin querer imponerlas, y teniendo claro que nuestra perspectiva se puede modificar. Debemos ser flexibles, pues la vida nos hace crecer, evolucionar y cambiar.
Don Miguel Ruiz en su libro ‘Los Cuatro Acuerdos’, explica que uno de los «acuerdos clave» para mejorar nuestras vidas es «Ser impecable con nuestras palabras». Tanto con aquellas que nos dirigimos a nosotros mismos (a menudo nos insultamos, o nos tratamos con desprecio) como con aquellas que utilizamos para comunicarnos con los demás.
Ser impecable con las palabras es hablar con integridad. Decir solamente lo que quieras decir, y utilizar el poder de las palabras para avanzar en la dirección de la verdad y el amor. “Toda la magia que posees se basa en tus palabras. Son pura magia”, dice Ruiz.
Una buena comunicación nos conducirá a tener excelentes relaciones. Algunas quizás desaparezcan pero, las que permanezcan, serán sólidas y auténticas. Y hacia eso es a lo que debemos aspirar. Las relaciones -sean de pareja, familiares o de amistad- son fundamentales para nuestro bienestar y potencian nuestra felicidad. Así que, cuidémoslas mejorando nuestra comunicación.