Siempre he huido del egocentrismo, del narcisismo y de la falta de humildad. Hasta hace pocos años pensaba que eran fruto de un exceso de autoestima. Pero, a medida que he ido avanzando en el mundo del descubrimiento y crecimiento personal, me he dado cuenta de que era al revés. Son el resultado de una autoestima baja. No hay tal cosa como un «exceso» de autoestima. Al contrario, cuanto más nos trabajemos la autoestima, cuanto más nos queramos, más auténticos, humildes y empáticos seremos. Más facilidad tendremos para ponernos en nuestro lugar.
Es lo que ocurre con muchas de las creencias que «arrastramos» a lo largo de nuestra vida. No son ciertas. Nos limitan. En cuanto empezamos a cuestionarnos ciertas cosas que hemos estado asumiendo como ciertas durante toda nuestra vida, nuestro mundo se empieza a desmoronar. Pero, ¿acaso no es maravilloso comenzarlo a construir de nuevo bajo una nueva mirada?
La importancia de cuestionar nuestras creencias
Empezar a ser consciente y comenzar a cuestionarnos nuestras creencias no es tarea fácil. Todo lo contrario. Es más complicado que seguir con la vida cómoda que llevamos. Pero las recompensas son enormes. Doy fe.
Aunque yo pensara que tenía una autoestima más o menos aceptable, lo cierto era que no. Mi autoestima estaba por los suelos. Siempre trataba de pasar desapercibida. Era excesivamente tímida y callada. Todos los excesos son malos, y el «exceso de humildad» también lo es.
Una autoestima sana nos lleva a alcanzar el equilibrio. ¿Cómo sabemos que vamos por buen camino? Cuando a nuestro alrededor hay harmonía y sentimos bienestar y paz interior.
Todos hemos sufrido en algún u otro momento de la vida. El sufrimiento no es «malo» en sí. Debemos utilizarlo para avanzar. Debemos tratar de descifrar lo que nos está queriendo decir y actuar en consecuencia. No es fácil, porque la vida (por suerte) no lo es tampoco. Pero a mí me fascina tratar de averiguarlo. Spoiler: es más fácil con la perspectiva de los años. Cuando estamos en pleno «meollo» de dolor, todo se ve borroso y nebuloso. Al ir empezando a «ver la luz», y sentir que tu vida se calma, y especialmente, cuando estás disfrutando de un momento dulce de tu vida, entender el pasado es mucho más fácil.
Cuando estamos sanando nuestra autoestima, nuestra vida empieza a cambiar.
Al ponernos en nuestro lugar, nuestro entorno nos valorará más
Me he dado cuenta de que me cuesta enormemente «ponerme en mi lugar». Siempre me ha costado. Sí, es un tema relacionado con la autoestima. Siempre encontraba excusas y evasivas para excusarme y para excusar a todo aquel que no me «daba mi lugar». Evidentemente, si yo no me lo doy, nadie me lo va a dar.
Quizás os cueste admitirlo, pero las personas que «nos hacen sufrir», son aquellas que nos están sacando a la luz nuestras sombras, nuestras debilidades. No son «ni más ni menos» que simples «mensajeros» que pone la vida en nuestro camino para enseñarnos qué tenemos por sanar.
En cuento comenzamos a cambiar nuestra perspectiva en torno a lo que nos sucede en la vida y asumimos nuestra responsabilidad, todo comienza a cambiar de color. Especialmente, en cuanto cambiamos nuestra manera de comportarnos frente a «aquello que nos sucede».
No es un camino fácil, ni rápido. Yo tengo 46 años. Hace 11 años que cayó entre mis manos el primer libro espiritual que comenzó a hacer que empezara a ver la vida de otra manera y, los frutos del trabajo hecho van apareciendo a cuentagotas. Unos son más pequeñitos, y otros más grandes y jugosos. Pero debemos tratar de valorarlos todos. Yo soy consciente de que aún me queda mucho trabajo por hacer. Muchísimo. Pero poco a poco, voy avanzando.
Como comentaba, me resulta complicado marcar límites y valorarme. Pero, el hecho de que otras personas lo hagan y te lo expresen, ayuda sin duda a que vayamos aceptando y asumiendo nuestro propio valor. Porque lo tenemos.
Hace unos días recibí un mensaje de voz de un amigo en el que me hacía una reflexión sobre «cuál era mi lugar» en la que yo no había pensado. Tengo una pareja extraordinaria que «me da mi lugar» de una manera que me sorprende a mí misma. Estos pequeños detalles me llevan a pensar que ¿quizás es que yo me estoy empezando a «dar mi lugar»? Cuanto más nos ponemos en nuestro lugar, más nos valora nuestro entorno.
¿Qué significa que te «den tu lugar»?
Que te «den tu lugar» significa que sientas que valoran, que te verbalizan el valor que tienes para la otra persona, que te quieren ahí, a su lado, que te dicen cosas bonitas y que sientes que «perteneces» y formas parte importante de la vida de alguien. Significa que te respetan.
Quizás hace unos años leería este texto y me parecería egocéntrico o narcisista. Diría que no es necesario que los demás te estén «regalando los oídos» para saber cuál es tu valor. Pero sí que lo es. Todos somos únicos y valiosos y es importante que nos lo recuerden. Las palabras son importantes. Los hechos también.
Todos somos únicos y especiales. Cuanto más auténticos nos mostremos ante el mundo, cuanto más saquemos nuestra esencia a relucir, más luz emanaremos nuestro alrededor.
Es cierto que en la vida no hay nadie imprescindible. Pero nadie es ni será como tú eres. Admira y valora tu unicidad. Cuídate y escúchate.
El autorespeto
«Ponernos en nuestro lugar» requiere de valentía, para mostrarnos auténticos sin miedo a posibles represalias; y de asertividad, esa habilidad para expresar nuestras emociones y sentimientos sin herir a los demás.
Todos hemos tenido a nuestro alrededor personas que piensan que «ponernos en su lugar» implica pisotear a los demás o reclamar un exceso de atención. Para nada. Implica expresar quiénes somos, qué necesitamos y qué pensamos desde un punto de vista subjetivo, con calma y sin culpabilizar a nadie.
Como en todo, se requiere conciencia, autoevaluación, respeto ante uno mismo y ante los demás y honestidad.
Comparto con vosotros este vídeo de Borja Vilaseca que habla sobre el autorespeto, totalmente necesario para ponernos en nuestro lugar.
Marcar límites y reclamar nuestros derechos
Reconozco que marcar límites y reclamar aquello que me pertenece es una de las asignaturas vitales en las que más flojeo. Me cuesta mucho menos dar las cosas por perdidas y hacer que los demás se sientan complacidos que alzar la mano reclamando mis derechos. Y si hablamos de dinero, ya ni os cuento. Me resulta tremendamente difícil valorar económicamente mi trabajo o pedir el dinero que me deben. Esto también está relacionado con las creencias limitantes en torno al dinero. Todos tenemos cositas sobre la que ir trabajando. Lo importante es poner conciencia sobre ello e ir avanzando.
El situarnos allí donde debemos y merecemos estar requiere de un continuo trabajo sobre nuestra propia autoestima.
Pero lo cierto es que la sociedad ha avanzado gracias a todas aquellas personas que a lo largo de la historia han reclamado sus derechos y han mostrado su valor, que es igual al de cualquier otro. Mujeres, negros, gays, trabajadores de grandes empresas… tod@s ell@s han tenido que «ponerse en su lugar» para que se reconociera su valía. Algo que ellos ya sabían. Algo por lo que han tenido que luchar.
Cada uno de nosotros debemos de ponernos en nuestro lugar en todos los ámbitos de nuestra vida. Reconocernos como válidos, como únicos. Expresar nuestras necesidades, nuestros sentimientos. Alzar nuestra voz. Ante nuestra familia, amigos, pareja, entorno de trabajo… Admiro enormemente a aquellas personas que lo hacen con respeto y asertividad. Me comprometo a tratar de hacerlo igual. ¿Y vosotr@s?