Vivimos en un mundo donde la certeza es una utopía. Lo único que sabemos seguro es que no sabemos nada. Es la perenne lucha entre dudas versus certeza.
Vamos caminando constantemente por una cuerda floja de la que podemos caer en cualquier instante. Por suerte, en algunos aspectos mostramos y sentimos una seguridad arrolladora y vamos pasando tramos de cuerda con completa soltura.
Pero en ocasiones, hay según qué tramos del camino, o qué tipos de cuerda pensamos que tenemos delante, y no paramos de tambalearnos. Nos frenamos, perdemos el equilibrio, lo recuperamos, y en ocasiones, nos caemos. Puede que caigamos al vacío, puede que caigamos sobre un colchón mullido… pero caemos y debemos volver a ponernos en pie y seguir caminando.
Las dudas van de la mano con los miedos
Hay quien tiene miedo respecto a sus hijos. ¿lo estaré haciendo bien? ¿estarán bien? ¿hay algo que debería hacer diferente?
Otras personas las tienen hacia sus trabajos, ¿me escogerán al final para el trabajo que merezco? ¿Me echarán de aquí? ¿Podré algún día sentirme feliz en mi lugar de trabajo? ¿Estoy capacitada para hacer esto?
La salud es otra de las causas que nos genera incertidumbre y malestar. Cuando nos sentimos mal, tenemos miedo a tener alguna enfermedad irreversible. La hipocondria es un mal generalizado del que cuesta escapar. El miedo al dolor físico prolongado en el tiempo, o a la incapacidad para resolvernos por nuestra cuenta, puede acosarnos en algún momento u otro de la vida. O el miedo a que nuestros seres queridos no se sientan bien, sufran, o no se recuperen de sus dolencias.
Por otro lado están las dudas y las incertidumbres en nuestras relaciones. Especialmente, en nuestras relaciones de pareja. ¿Seguro quiero a esta persona en mi vida? ¿Cuánto tiempo tardaré en “cagarla” y me dejará? ¿Seré demasiado? ¿Estoy preparada para ella?
Cada cual tiene su talón de Aquiles. A cada cual hay un tema que le genera una incertidumbre mayor, una duda más grande. Cada persona tiembla al enfrentarse a un tipo de cuerda, pero camina con total seguridad por otra. Aún siendo el mismo tipo de cuerda, cada cual la observamos y la percibimos de manera diferente.
Las dudas versus la certeza
¿Cómo convivir con estos miedos? ¿Cómo caminar por todas las cuerdas con la misma seguridad?
No es tarea fácil, porque nuestros propios “demonios”, esas voces internas que se dedican a machacarnos vilmente sin piedad, nos atacan sin misericordia ninguna cuando tenemos que caminar por alguna de esas cuerdas que son nuestro “punto débil”.
Y nos insisten, y nos manipulan… y no nos queda mas que observarlos, aceptarlos e integrarlos y decirles. “Ok, sé que estáis aquí, pero igualmente, voy a seguir caminando. Y si caigo, me levantaré, porque lo he hecho otras veces. Y si pasa aquello que no quiero, pues tiraré adelante, como lo he hecho en otras ocasiones.”
El problema es cuando esos miedos nos anulan la capacidad de disfrutar del camino, porque persisten en nuestra mente. Debemos tratar de ser conscientes de ellos y aplacarlos, como sea. Amarlos, abrazarlos, integrarlos, hasta que se desvanezcan. Y si no se desvanecen, aceptarlos y tratar de convivir con ellos como buenamente podamos, sin darles demasiada importancia, sin focalizarnos demasiado en ellos, tratando de sobrellevarlos.
Es cierto que hay miedos puntuales, más fáciles de superar. Por ejemplo, durante estas vacaciones yo tenía un miedo atroz a saltar al mar desde una roca de no más de dos metros de altura. Pero, aunque los sentía fuertemente dentro de mí, los superé y salté hacia el mar. Fue una experiencia agradable y reconfortante.
Sí, era un miedo puntual, cuyo bloqueo tan sólo me evitaba disfrutar de un agradable chapuzón y una sensación de ligereza increible que duraba como mucho un par de segundos. Pero hay miedos que nos bloquean de muchas cosas más importantes.
La conciencia del miedo
Podemos ser conscientes de nuestros miedos o no serlos. Cuando no lo somos, perdemos el control total sobre nuestro comportamiento. Todas las formas de violencia tienen su origen en los miedos inconscientes. Por ese motivo es importante tomar conciencia de cuáles son nuestros miedos.
Me atrevería a decir que vivimos en una sociedad donde la mayoría de personas no son conscientes de sus miedos. Por este motivo actúan en ocasiones hiriendo a otras personas sin percatarse.
Manipulamos a los demás por miedo a no obtener la respuesta que no queremos; o por miedo a que perciban nuestra vulnerabilidad. Utilizamos máscaras para ocultar nuestros miedos y debilidades porque nos han enseñado que debemos ser valientes, mostrarnos fuertes y poder siempre con todo. Pero no es así. El miedo está implícito en el ser humano por mucho que tratemos de evitarlo. Las dudas versus la certeza están en constante enfrentamiento.
Miedo a la soledad, al rechazo, a la diferencia, al dolor, a la muerte… Sea cual sea nuestro miedo es importante detectarlo.
Nunca tendremos la certeza de nada. No hay nada seguro. Por mucho que queramos y busquemos la seguridad, es algo imposible de obtener. Así que no queda otra que convivir con la incertidumbre, abrazar nuestros miedos y tratar de que nos bloqueen lo menos posible.
Ser conscientes de ellos y mirarles directamente a los ojos es un primer paso.