el inconsciente

A veces el inconsciente nos juega malas pasadas. Con frecuencia las cosas sutiles son las más importantes. Algunas veces unas palabras dichas de repente, por instinto, sin pensar, en bajito, como si nada… pueden hacerte más daño que un grito en plena ebullición.

En ocasiones es más importante tener gestos diarios de apoyo y complicidad que salir un día a la calle a reclamar algo, formando parte de «una manada» y repitiendo lo que todo el mundo dice sin ser consciente del qué, del cómo ni del por qué.

En general es más importante recibir un pequeño gesto de amor por sorpresa, que que te digan un «te quiero» rutinario.

A veces, consideramos que somos abiertos, tolerantes, respetuosos, que luchamos y defendemos todas las causas… pero nuestros actos más sutiles indican lo contrario.

A veces el inconsciente nos juega malas pasadas… Porque son muchos años los que hemos vivido en una sociedad totalmente reprimida, en la que predominaba el machismo, el racismo y la homofobia. Esas tres palabras que ahora nos indignan, nos alteran y nos sulfuran a niveles máximos (a la mayoría de nosotros)… Ahora es «cool» estar contra todo ello y cualquier persona con la mente un poco abierta lo está…

A las personas mayores, les cuesta un poco más, pero algunas se dejan contagiar por ese entusiasmo de la juventud y por esas convicciones claras y lógicas de aceptación e igualdad entre los seres humanos.

Ante todo es básica la libertad

Por suerte, ahora, en la sociedad que vivimos -los que tenemos la suerte de vivir en países desarrollados- la mayoría de personas tenemos un nivel de consciencia más elevado. Hemos ido aprendiendo poco a poco y creando nuestras propias ideas y convicciones y hemos ido acercándonos a la libertad, la igualdad y al AMOR en su más amplio sentido…

Pero debemos aceptar y admitir que es «normal» que haya personas que aún no hayan hecho este paso, ni estén dispuestas a hacerlo. Cada cual es libre, y cada cuál hace lo que puede con lo que ha aprendido y con el entorno social en el que ha vivido. Cada cuál vive con el nivel de conciencia que puede y quiere vivir.

Y de la misma manera que existe el consciente colectivo, existe el inconsciente. Y es mucho más sutil, pero igual o más demoledor. Porque, a alguien que te viene de cara diciéndote que no le gustaría que su hijo fuera gay, porque no entiende la homosexualidad, le ves venir, y puedes intentar entrar en un debate con mayor o menor suerte pero, ¿qué hacemos cuándo alguien afirma contundentemente defender los derechos de los gays y, de repente, te suelta una «perla» que demuestra lo contrario?

La homofobia inconsciente sigue presente

Me explico. Hace unos días escuché esta conversación:

  • Chica: «Ay, mi hijo, que tiene 16 años, ha aprovechado que hoy está sólo en casa para invitar a una amiga a comer, hay que ver cómo son los adolescentes!»
  • Chico: «Ah! ¿y te preocupa?»
  • Chica: «Bueno, me preocuparía más si invitara a un chico…»
  • Chico: Mira a la chica con cara de sorpresa
  • Chica: «bueno, claro… que esté con quien quiera, pero estoy más tranquila así, si va saliendo con chicas… Así no tendrá tantos problemas en la vida y será más feliz»
  • Chico: «Claro, claro…»

Yo lo escuché desde la distancia y decidí callar, pero creo que debería haber hablado. Debería haberle dicho que la había escuchado y que, como ella sabe, yo en mi vida tan sólo me he enamorado de personas de mi mismo sexo, y que mi felicidad no depende -ni nunca ha dependido- de ello. Para nada. Mi felicidad depende de mi autoestima, de mi capacidad para ser auténtica, y de como acepto las cosas que pasan a mi alrededor.

Las fobias escondidas en el inconsciente son tan dañinas o más que las consciente

La homofobia sutil «escondida» en el inconsciente es tan dañina o más como aquella admitida. Ésa es la que evita que muchas personas acepten la atracción que sienten hacia personas de su mismo sexo. Es la que evita que muchos y muchas nos atrevamos a realizar gestos de afecto con nuestras parejas en público, delante de otras personas. Es la que lanza comentarios dañinos de forma inocente.

Yo nací en 1975 y diría que nací en un entorno, en una sociedad y en una época que hizo de mí una persona homófoba, machista y racista sin querer serlo, y tuve que ir aprendiendo a no serlo. Tuve que aprender a dejar de mirar hacia fuera, y mirar hacia dentro. Tuve que desaprender lo aprendido y empezar de cero… y aún tengo que seguir aprendiendo a aceptar e integrar la libertad y la igualdad a pesar de las diferencias externas.

Tuve que aprender a escucharme, a aceptarme y a quererme. A seguir a mi corazón y a defender mis ideales y «mi verdad» ante aquellos que piensan de manera diferente a la mía. A explicar mis sentimientos y a hacerme comprender. Tuve que salir de la manada y aprender a alzar mi voz, aún y cuando eso me hiciera separarme de personas en el camino. Y aún estoy aprendiendo… y todavía tengo mucho que aprender!

Amar nos hace libres

Respecto a la idea que algunas personas tienen sobre que una persona homosexual sufre más que una heterosexual, es totalmente errónea. Además considero que ya está pasada de moda. Admito que fue una de las argumentaciones que me hizo mi padre cuando le expliqué que me había enamorado de otra chica. «Ay, es que sufrirás mucho, porque la sociedad no lo aceptará», me dijo. Pero yo sabía que no, porque AMAR me hacía libre.

AMAR no nos hace sufrir. Nos hace sufrir reprimirnos, no aceptarnos y no escucharnos. Nos hace sufrir ir en contra de nosotros mismos.

Tenemos la suerte de vivir en el siglo XXI. La sociedad ha evolucionado y sigue evolucionando. Pero aún hay cosas por hacer. Una de ellas es hacernos conscientes unos a otros de las micro-homofobias, los micro-machismos o los micro-racismos. Yo el otro día callé. Pero ahora estoy hablando y prometo hablar a la próxima.


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