Hace unos días estuve viendo la película CHAVALAS de la directora novel Carol Rodríguez Colás. Me emocionó cómo mostraba la alquimia del corazón.
Me encantó la manera en la que el filme exponía cómo las oportunidades llegan cuando logras dar un giro a la manera en la que vives una experiencia que «a priori» se podría definir como «mala», dura, dolorosa o complicada. Pero, con la perspectiva que nos regala el paso del tiempo y observando las propias experiencias y las de aquellos que nos rodean, cada vez tengo más claro que una de las claves del éxito en la vida es justo esa: tener la capacidad de transformar aquello «malo» que nos ocurre. Activar nuestra alquimia. Nuestra capacidad para transmutar.
En CHAVALAS, la protagonista vio como todos sus sueños se truncaban y su vida se desmoronaba al tener que volver al barrio del que huyó años atrás para tratar de alcanzar sus sueños. Se encontraba fuera de lugar, empezó a sentir lástima por ella misma. Pero todo cambió cuando decidió modificar la perspectiva de aquello que le ocurría utilizando su cámara de fotos. Comenzó a captar a través de imágenes la belleza que ella percibía en aquel entorno en el que no se encontraba cómoda y fueron sucediendo serendipias (casualidades «mágicas») hasta que montó la exposición fotográfica que puso un nuevo punto de inflexión en su vida y le ayudó a abrir la puerta de sus sueños.
Sí, lo sé, es una película de ficción. Pero la realidad supera la ficción. Siempre.
Albert Espinosa y su experiencia
Os podría poner multitud de ejemplos de personas que han cambiado su vida a mejor después de transformar una experiencia «dolorosa» en una «pieza artística» a través de la creatividad.
El autor Albert Espinosa es un clarísimo ejemplo de ello. Con 13 años fue diagnosticado de cáncer óseo y pasó 10 años en hospitales. Transformó esa complicadísima experiencia en una obra de teatro ‘Los Pelones’ estrenada en La Riereta Teatre en verano de 1995 y, años después ese texto se transformó en su primer película ‘Planta 4ª’. Desde entonces no ha dejado de escribir teatro, libros, series de televisión…
Y todo comenzó narrando su propia experiencia, creando, siendo capaz de transformar su dolor en arte. Compartiendo sus vivencias y sus aprendizajes con el resto del mundo para que pudiéramos cambiar nuestra perspectiva sobre la manera de ver la vida. En este caso, sobre la manera de enfrentarse a una enfermedad tan estigmatizada como el cáncer.
Antonio Banderas y la alquimia del corazón
Por otro lado, hace unos días mi madre me hablaba de un artículo de El Periódico en el que Antonio Banderas explicaba cómo su Teatro del Soho en Málaga nació «gracias» a un infarto de miocardio que el artista sufrió en 2017. Eso le llevó a reordenar sus prioridades y a poner el musical en el centro de su vida. Sintió que ya no podía esperar más y dedicó todo su empeño a poner en pie el Teatro Soho CaixaBank en Málaga, su ciudad natal. Un viejo sueño que no acababa de cuajar y que ahora cumple dos años. En España no somos todavía conscientes de la importancia de este proyecto. Es un ejemplo inmejorable de la alquimia del corazón. En su caso, totalmente literal.
La mayoría de autores del mundo del crecimiento personal y de la espiritualidad -tanto los de mayor como los de menor popularidad- han logrado su éxito tras superar una situación dolorosa de su vida y «utilizarla» para compartir sus vivencias y sus aprendizajes con el resto del mundo. Eckart Tollé, Anita Moorjani, Teal Swan… o los españoles Borja Vilaseca, Lain Garcia Calvo… Buscad a vuestro mentor o gurú preferido e investigad su historia personal. Observaréis que todos han logrado su éxito tras tocar fondo, descubrir su fortaleza interior y transformarse. Al cambiar su interior, su vida exterior también se transformó. Todos podemos hacerlo. Simplemente debemos ser conscientes de nuestro propio poder.
A mí misma me ha pasado. Mi vida está cambiando tras publicar el libro que escribí este verano desde un estado de profundo dolor que traté de sobrellevar lo mejor que pude. Utilizando todo lo que he tratado de aprender tras mi propia experiencia y tratando de modificar mi actitud y mi manera de observar la vida, estoy logrando que mi vida se transforme lentamente. Paso a paso. Viviendo momentos que ni yo imaginaba en mis más dulces sueños.
Aprender a ser feliz
Todos somos capaces de trabajar con la alquimia de corazón y conseguir que nuestras vidas cambien. Sí, es cierto que en ocasiones el cambio se produce muy lentamente. Pero ¿tenemos prisa? Al fin y al cabo, no se trata de alcanzar ningún objetivo concreto, se trata de disfrutar el camino y, como muy bien me dijo hace un par de días mi amiga Vanesa Requena, de «aprender a ser feliz».
No podemos pretender que nadie ni nada nos haga feliz. No podemos dejar nuestra felicidad en manos de nadie. Tenemos que ser capaces de generarnos nuestra propia felicidad. ¿Cómo? Siendo conscientes de nuestra fortaleza, de nuestro poder, de nuestra capacidad para crear y, especialmente, de quiénes somos y qué nos gusta hacer.
Es cierto que a mi me hace extremadamente feliz tener una pareja que vive el amor de la misma manera que yo. Que disfruta los momentos compartidos de la misma manera que yo, que le encanta recibir mis efusivas muestras de amor y que me sorprende con las suyas. Pero también me hace feliz compartir momentos con amigos, estar sola en casa escribiendo o viendo una serie, o disfrutar de una comida con mis padres.
Estoy aprendiendo a ser feliz con aquello que más me gusta y creía no merecer, pero también con lo que he aprendido a disfrutar por mí misma.
El poder de la confianza
Si estáis en un momento oscuro, os puedo asegurar que pasará y que llegará otro más luminoso. Pero es importante que confiéis en la vida y en vosotr@s mism@s, que pongáis en marcha el sentido del humor, y que tratéis de buscar qué os está tratando de enseñar eso que estáis viviendo.
Hace unos días una amiga justo me hablaba sobre esto. Había vivido una situación bastante desagradable en el trabajo pero, en lugar de enfadarse muchísimo y enfrentarse a todo el mundo (que es lo que hubiera hecho años atrás), decidió cambiar su manera de actuar. Decidió parar, centrarse por un instante en ella misma y tratar de observar qué es lo que le tenía que enseñar esa situación. A partir de ahí, tratar de actuar desde la calma y la serenidad. Cambiando de dentro hacia fuera, sacando al alquimista que todos llevamos dentro.
Toda vivencia desagradable, toda situación dolorosa, viene a nuestras vidas para enseñarnos algo. Tod@s tenemos capacidad para transformar esas vivencias y para extraer cosas buenas de ellas. Somos alquimistas. No lo olvidemos. Confiemos en la alquimia de nuestro corazón.