2020 inolvidable

Se acerca el fin de 2020 y toca «hacer balance de lo bueno y malo» como bien dice la canción de Mecano. Nos puede haber gustado más o menos, pero coincidiremos en que este ha sido un año inolvidable.

Muchos estaríais de acuerdo si afirmara que 2020 ha sido un año pésimo, deleznable, terrible y cualquier otro adjetivo negativo que os apetezca añadir. Que acabe pronto y llegue rápido el 2021.

Pero yo no estoy de acuerdo. Es cierto que 2020 ha sido un año diferente que nos ha sorprendido con un extraño virus que ha provocado mucho sufrimiento y miedo. Pero también nos ha hecho abrir los ojos frente a multitud de cosas.

Hace unos días la numeróloga Vanesa Requena escribía un artículo dando gracias al 2020 por todo lo le había hecho aprender. Yo estaría en su misma línea. Creo que este año nos ha ayudado a much@s a «despertar» en varios aspectos de la vida y ha conseguido que haya cosas que avancen un poquito más rápido de lo que hubieran hecho en un año «normal» (teniendo siempre claro que «lo normal» es un concepto totalmente subjetivo).

Los aprendizajes de 2020

Gracias a este 2020 inolvidable hemos integrado el teletrabajo en nuestra jornada laboral. Esto facilita la conciliación familiar y abre las puertas a otra manera de vivir las estrictas jornadas laborales que tienen algunas empresas. Falta ir un paso más allá y conseguir que los trabajadores consigan disfrutar haciendo lo que hacen y que el estrés y el agobio por la sobrecarga de tareas no les haga acabar «odiando» aquello que tanto amaban. Aquí aún hay camino por recorrer.

La tecnología se ha integrado aún más en nuestra vida. Todo el mundo se ha convertido en experto en telellamadas y reuniones virtuales. Los teléfonos, Ipads y demás nos han ayudado a sentirnos más cerca de los demás a pesar de la distancia. Lo que no podemos permitir, por eso, es pasarnos demasiadas horas ante una pantalla. Debemos salir, conectar con la naturaleza, hacer deporte y encontrarnos físicamente con las personas que queremos.

Cada vez más personas comparten vídeos y frases en redes que «agitan la conciencia» y se cuestionan el porqué de las cosas. El contenido «espiritual» está mucho más presente de lo que lo estaba un año atrás.

El 2020 nos ha regalado también grandes canciones y una gran cantidad de contenido cultural online gratuito. La música nos ha alimentado el alma en muchos momentos difíciles. Por cierto, os invito a escuchar «La canción de 2020» de David Rees, que ofrece un genial resumen del año.

Es cierto que la cultura está siendo vapuleada. Los musicales están de luto. Los teatros de Broadway y el West End siguen cerrados desde marzo y en nuestro país se hace lo que se puede dentro de las limitaciones. Pero hay muchos artistas que se están «reinventando» (otra gran palabra de este año) y están logrando salir airosos de esta situación. Bien por ellos!

Por otro lado, también hay mucha crispación. Hay poca tolerancia ante las ideas diferentes y muchas personas se han «apagado» sin querer debido a esa avalancha de información que propaga sin parar el miedo (cuyo poder es demoledor) y el sufrimiento en los medios de comunicación masivos y en las conversaciones que tenemos o que escuchamos por la calle.

Me sorprende enormemente cómo tod@s nos hemos convertido en epidemiólogos. Como hemos modificado en pocos meses nuestro vocabulario y nuestra manera de ser y actuar. Cómo hemos integrado la mascarilla y la distancia social en nuestras vidas. Hemos añadido a nuestro vocabulario diario palabras hasta ahora apenas utilizadas, como «confinamiento» o «grupo burbuja». Sigo planteándome qué pasaría si esa información avasalladora fuera en positivo, cambiando el foco al amor en lugar de al miedo y a la alegría en lugar del sufrimiento. Y qué pasaría si esta programación neuro-lingüística que todos hemos adquirido hubiera sido en otros términos. De unir y de amar en lugar de temer y separar.

El 2020 nos ha hecho ver la importancia del desapego y del no aferrarnos a nada y a nadie. Todo es efímero. Lo que hoy podemos hacer, quizás mañana ya no. Nuestros planes se fueron al garete y nos quedó la incertidumbre, que es la única certeza que tenemos del futuro. Es incierto. Con pandemia o sin ella. Debemos aprender a soltar, fluir y confiar.

Un 2020 inolvidable a todos los niveles

Personalmente, para mí 2020 no ha sido ni mucho menos el peor año de mi vida. Tampoco el mejor, pero no ha estado nada mal.

Tengo muchas cosas que agradecer a 2020 pues me ha hecho vivir momentos muy especiales y diría que me ha hecho avanzar un gran trecho en mi particular camino del crecimiento personal.

2020 y su aislamiento forzado me ha empujado a mirar hacia dentro, a escucharme y a estar más a gusto conmigo misma. A conocerme y disfrutarme un poquito más.

De alguna manera, también ha logrado que me muestre un poquito más auténtica ante los demás. Aunque no siempre haya sido agradable.

He aprendido a continuar siguiendo a mi corazón y hacer aquello que realmente me apetece, aunque sea diferente a lo que espera la mayoría de mí.

He recordado que cada vez que me siento rechazada no es más que un reflejo de mi propio rechazo a una parte de mí que no quiero aceptar. Aunque yo no lo sepa. Es también una redirección hacia mí y mis proyectos en lugar de perderme en los demás.

También me ha recordado que quien quiere estar cerca, lo está, por muchos inconvenientes que haya. Querer es poder. Siempre.

Además, me ha regalado varios días muy especiales y, entre ellos, dos tremendamente maravillosos que pasé con las personas que más quiero: el cuarto concierto de AMOR X AMOR y la celebración del primer aniversario de Serendypia.

Así que le doy las gracias al 2020 por todo lo que me ha enseñado.

Estoy convencida que el 2021 será mejor. En gran parte será gracias a todo lo que ya hemos aprendido este año. Y también por las expectativas que todos estamos poniendo en que el 2021 nos traiga multitud de cosas buenas. Seguro que será así.

Os doy las gracias por haberme acompañado este 2020 y os deseo todo lo mejor para este nuevo año 2021. Que aprendamos a comprendernos un poquito más unos a otros, poniéndonos en sus zapatos y tratando de entender por qué actúan como lo hacen. Mis mejores deseos de paz, salud, prosperidad, alegrías y, sobretodo, mucho, muchísimo AMOR.

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