Queridos días grises, sed bienvenidos. Los días grises forman parte de nuestra vida y, de la misma manera que vienen, se van.
A veces tengo la sensación (o quizás me impongo yo misma la presión) de que yo no puedo tener días así. Esos días en los que no ves las cosas claras y te planteas dudas sobre tu vida. Sobre si lo estás haciendo bien o no. Si te debes sentir orgullosa por tener la paciencia de un santo o te estás dejando arrasar por un trailer por no saber marcar límites.
Las dudas existenciales en ocasiones nos llevan a una calle sin salida. ¿Hago bien callando o debería expresarme más? ¿Hablo en ocasiones más de la cuenta? ¿Estoy siguiendo «mi camino»? ¿Estoy perdiendo el tiempo?
El mundo del crecimiento personal y de la espiritualidad es maravilloso, pero en los días grises (como hoy para mí) llega un punto en que estás cansada de aprender tantas lecciones y quieres dejar de «estudiar» un rato esto de la vida. Simplemente deseas tumbarte en el sofá a mirar la televisión o jugar al Candy Crush en tu iPad.
Una pausa siempre va bien
Sí, todo son enseñanzas. Hemos venido a este mundo a experimentar y a cumplir nuestra «misión de vida». Debemos aprender de todo lo que nos pasa. Darnos cuenta de que lo que vivimos es un reflejo de nuestro interior. Ver las relaciones y sus «dificultades» como un espejo de nuestro inconsciente. Trabajarnos aquello que más nos cuesta y que nadie nos ha enseñado: el desapego, la autoestima… Darnos aquello que reclamamos a los demás. Cubrir nuestras propias necesidades…
Sí, toda la teoría me la sé. Pero llega un momento en el que dices: Ok, ¿puedo parar ya de aprender y de intentar verlo todo como una película que no me está pasando a mí? ¿Puedo necesitar algo, sin más? ¿Un abrazo de mi pareja al llegar a casa? ¿En serio que debo ser tan independiente, autosuficiente y resolutiva para obviar todo lo que ahora mismo necesitaría? ¿Me debo culpar a mí misma por necesitarlo? ¿Debo pasarme el resto de mi vida trabajando con mi niña interior, con mis sombras y sanando heridas del pasado que no dejan de sangrar de tanto en tanto? ¿No puedo permitirme una pataleta?
No tengo a nadie que me responda, así que lo haré yo misma. Evidentemente, sí. Nos podemos permitir lo que deseemos. Debemos poder permitirnos «quejarnos» y/o expresar nuestras necesidades e ir a por ellas. Porque quizás, más que a aprender, hemos venido a este mundo a disfrutar. Aunque la sociedad tal y como está montada no lo muestre así. Estoy convencida de que estamos en esta vida para «jugar» y para ser tan felices como podamos.
No hablo de que vivamos anclados en la queja. Pues no nos serviría para nada. Simplemente quiero decir que pienso que en ocasiones podemos dejar de tratar ser siempre tan «espiritualmente correctos» y autosuficientes.
Hoy en internet leía «no hay días grises, tú les puedes dar color«. Bien, pues no quiero. Quiero tener un día gris. Porque el gris es un color bien bonito, con diferentes tonalidades.
Podemos tener días grises y disfrutarlos
Podemos tener días grises, evidentemente. Necesitamos el contraste para evolucionar, aprender y dar saltos. Y esos días grises los debemos disfrutar al máximo. Estoy expresando mi opinión, claro. Es decir, si tenemos un día gris, podemos llorar, pasarnos el día viendo la televisión (aunque sea «Sálvame») y podemos llamar a nuestra amiga para explicarle que estamos «de bajón» y que nadie en el mundo nos entiende. Lo podemos convertir en un DÍA GRIS A LO GRANDE.
Hoy, reconozco que tengo uno de esos días grises. Me he pasado la mañana en la oficina «apagando fuegos» (administrativamente hablando). Casi sin poder respirar y, en medio de la vorágine, me ha llamado mi madre echándome una gran bronca porque ha visto que me ha llegado una nueva multa de velocidad. Le he colgado de golpe porque no podía ponerme a discutir por el tema. No entiendo por qué se molesta tanto si no las paga ella… Es como cuando me caía de pequeña y en lugar de abrazarme y curarme la herida, me echaba la bronca por haberme caído. Igual.
Bien, pues debo permitirme tener este día gris. No pasa nada.
Las contradicciones del crecimiento personal
Puede parecer que mundo del desarrollo personal esté lleno de contradicciones. Y de hecho, así es. Y es que, no todas las personas necesitamos lo mismo en cada momento. Por este motivo, leeremos autores que nos digan que debemos tratar de cubrir nuestras propias necesidades y otros que nos indiquen que debemos encontrar a aquellas personas que sean felices cubriendo nuestras necesidades. Porque, como bien dice el popular dicho «siempre hay un roto para un descosido». Somos nosotros mismos los que tenemos que quedarnos con aquello que nos resuene en cada momento.
Los mensajes que se nos ofrecen son diferentes porque van dirigidos a personas diferentes, que se encuentran en una etapa de progresión totalmente diferente. Por ejemplo, el mensaje de «ten pensamientos positivos» se contradice con el de «trabaja con tu sombra». El de «fluye y deja ir» con el de «crea tu propia realidad». El de «eres perfecto tal y como eres» se contradice con el «debes cambiar y tomar responsabilidad sobre tu vida»… Y podríamos seguir.
Pero todo es cierto y todo nos ayuda y nos lleva a evolucionar. Lo único que en cada momento debemos «seleccionar» el mensaje que más nos va a ayudar. Y eso sólo lo sabemos nosotros.
Hace unas semanas, alguien me dijo que debía ser consciente de «la codicia» que había en mí. Vino a mi mente la película ‘Cuento de Navidad’ y el personaje de Scrooge. Ese abuelo rancio y egoísta al que le visitan sus fantasmas del pasado, presente y futuro por Navidad. Siempre me había parecido un personaje triste y nefasto y, tratar de verme reflejada en él me provocó un gran rechazo. Pero, como bien sabemos, aquello que rechazamos, es aquello que negamos en nosotros mismos… Y, sí, quizás sea codiciosa en cuanto al amor o en cuanto a las relaciones. No sé… En todo caso, siempre tenemos cosas que aprender sobre nosotros mismos. Estas lecciones de la vida nunca acaban.
Todo tiene una parte positiva
Está muy bien estudiar y profundizar sobre la vida y sobre nosotros mismos. Pero estoy convencida de que nos podemos permitir una pausa y dar la bienvenida a los días grises sin necesidad de que nadie nos haga subir el ánimo. Porque no pasa nada. Porque no nos apetece, sin más.
Estos días «de baja moral» nos ayudan a descansar y a desconectar. A reponer fuerzas. A descubrir aquello que realmente queremos en nuestra vida. Por eso creo que está bien darles la bienvenida y permitirles estar y, como decía antes, incluso disfrutarlos.
Me refiero a días puntuales, claro está. Si se alargan en el tiempo y la apatía, la desgana y la tristeza cogen fuerza, estaríamos hablando de otro tema. Quizás sería depresión. Y tendría otra envergadura porque no nos permitiría recuperar la alegría con facilidad. Se trataría de tomar conciencia de lo que está pasando y realizar cambios más profundos en nuestras vidas. Esto nos llevaría a otro artículo completo. O varios.
Resumiendo, después de estas líneas, estoy más convencida aún de que mi día gris no ha estado tan mal… Y aún me queda un poquito para acabar de disfrutarlo!! Vosotr@s, ¿os permitís tener días grises?
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Mis dias grises son los de lluvia.Y en otoño e invierno a partir de cuando oscurece.Las baja de moral vienen sin avisar y se van con la misma rapidez